viernes, 28 de noviembre de 2014

RECUERDOS DE LA INFANCIA

 RECUERDOS DE LA INFANCIA

Nacemos con un recuerdo considerable de nuestro verdadero hogar, el otro lado, esa hermosa dimensión que acabamos de abandonar para entrar una vez más en un cuerpo físico. 

Nacemos con una tremenda capacidad de recibir y dar amor, de experimentar la más pura felicidad, de vivir el momento presente plenamente. Cuando somos bebés no nos preocupamos por el pasado o el futuro. Sentimos y vivimos espontánea y completamente en el momento, que es como deberíamos experimentar esta dimensión física.
 
La arremetida contra la mente empieza cuando somos muy pequeños. Se nos alecciona con valores y opiniones paternales, sociales, culturales y religiosos que reprimen nuestro conocimiento innato. Si nos resistimos a esa acometida, se nos amenaza con el miedo, la culpa, el ridículo, la crítica y la humillación. También pueden acecharnos el ostracismo, la retirada del amor o los abusos físicos o emocionales.
 
Nuestros padres, nuestros profesores, nuestra sociedad y nuestra cultura pueden enseñarnos falsedades peligrosas y a menudo lo hacen. Nuestro mundo es una clara prueba de ello pues se encamina a trompicones e imprudentemente hacia una destrucción irreversible.
 
Si se lo permitimos, los niños pueden enseñarnos la salida.
Hay una historia muy conocida de una madre que entra en la habitación de su hijo recién nacido y se encuentra a su otro hijo, un niño de cuatro años, asomado a la cuna.
-Tienes que contarme cómo es el cielo y cómo es Dios -le implora el niño a su hermanito-. ¡Estoy empezando a olvidarme!
 
Tenemos mucho que aprender de nuestros hijos antes de que lleguen a olvidarse. En esta vida y en todas las que hemos vivido, también nosotros hemos sido niños. Hemos recordado y hemos olvidado. Y, para salvamos y salvar nuestro mundo, tenemos que recordar.

Por ejemplo, pruebe a preguntarle a su hijo pequeño si se acuerda de cuando era «mayor». Escuche atentamente la respuesta, porque puede ser algo más que el producto de una fértil imaginación. Es posible que el pequeño llegue a contar detalles de una vida anterior.
 
Observar la alegría y la espontaneidad de los niños al jugar es siempre gratificante. Muchos de nosotros nos hemos olvidado de cómo disfrutar de los simples placeres de la vida. Nos preocupan demasiado ideas como el éxito y el fracaso, la impresión que producimos en los demás o lo que nos depara el futuro. Nos hemos olvidado de cómo jugar y divertimos, y nuestros niños pueden recordárnoslo.
 
Nos evocan los valores que teníamos de pequeños, esas cosas que también son muy importantes en la vida: la alegría, la diversión, la inconsciencia del presente, la confianza y el valor de las buenas relaciones. 

Tenemos que reclamar nuestra capacidad de amar y de sentir alegría. 


Mi Consulta Psicológica
Ana Luisa López Pérez
Psicóloga

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