jueves, 15 de septiembre de 2016

LA INTUICIÓN

LA INTUICIÓN

El instinto, la intuición, o lo que algunos llaman sexto sentido, es un regalo maravilloso. Sin embargo, en vez de desarrollarlo, lo vamos perdiendo a medida que abrazamos la racionalidad y la lógica. Al disolverse, dejamos de percibir una parte del mundo, una parte muy importante que puede ayudarnos a desenvolvernos mejor en nuestras relaciones interpersonales o incluso puede salvarnos la vida en una situación de peligro.


 
De hecho, ese sexto sentido nos ayuda a detectar las microseñales de ansiedad, ira, tristeza o alegría que envían las otras personas y que nos permiten regular nuestro comportamiento. Sin embargo, todo parece indicar que no somos muy hábiles detectando esas microexpresiones porque confiamos más en la lógica que en nuestro instinto.


La intuición infantil está muy desarrollada, ese sexto sentido les puede ayudar a mantenerse a salvo de las personas potencialmente peligrosas y, sin duda, les convertirá en adultos más sensibles emocionalmente. La mala noticia es que los adultos nos encargamos de sacrificar la intuición infantil en el altar de la racionalidad, aunque solemos hacerlo sin darnos cuenta, simplemente porque reproducimos los estereotipos y las actitudes con las que fuimos educados.


Tenemos el derecho a decidir cómo demostrar el afecto, según el carácter, preferencias y estado de ánimo. De hecho, para los adultos un abrazo y un beso suelen ser simples convenciones sociales, pero para los niños es un acto íntimo y una profunda muestra de afecto. 

 
Es muy útil tener un gran instinto sobre las personas que nos rodean, por lo que debemos aprender a confiar en esta capacidad.

La intuición no solo nos alerta del peligro, también nos indica aquellas cosas que nos hacen sentir bien. De hecho, el instinto nos señala, entre todas las opciones posibles, aquellas que nos harán más felices, las que mejor nos complementa y satisface. Desgraciadamente, perdemos muy pronto ese sexto sentido para la felicidad, a medida que dejamos de lado lo que nos agrada para involucrarnos en actividades de conveniencia. Perdemos la capacidad para saber lo que nos hace felices cada vez que en lugar de un "me gusta" colocamos un "debo".


Muchas personas, que han perdido el contacto con su “yo” más profundo, se dejan llevar por lo que desean los demás, sin saber qué es lo que realmente desean ellas o les hace felices.

OPINIÓN Y SUGERENCIAS


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Ana Luisa López Pérez
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